El músculo rojo que palpita..

Llego de ver la obra del cacho Gallegos "Barrio Caleidoscopio"  por cuarta vez.... 
el Cacho tan sublime, siempre logra que su obra me estremezca a pesar de ya casi saberme el diálogo de memoria. 
Hablar de la técnica, el estilo, la palabra, la puesta en escena, la narración; nada tendría sentido ni lograría explicar un poco de lo que cada persona siente en butaca al ver la obra, ninguna descripción le haría el completo mérito tampoco, así que esa tarea se la dejo a algún periodista cultural. 

Hoy, intenté que el chico con el que salgo vaya a ver la obra conmigo. Lo he intentado varias veces y siempre ha sido el mismo resultado. Él nunca va. 
Este es el último intento, así que sé, que él nunca verá la obra conmigo. 
Creo que era importante para mi porque en mi vanidad intento imaginar que puedo darle todo, inclusive las cosas que más amo como el cine, o el teatro o el clown o la música. Pero resulta que no son solo más que intentos porque de todo lo mío nada le basta. 

Es doloroso porque el nunca habrá visto al menos sentado al lado mio, al Cacho hablar de las cosas magnificas que se puede llegar a hacer por el amor. Del músculo rojo que palpita, del polvo, del pan, de la Magalita. Tal vez en mi misma vanidad me gustaría que la persona que dice "amarme" se dé el tiempo, aunque no le guste, de intentar entender las cosas que me gustan. 

Alfonsito ama tanto a la niña de la tienda que no concibe el mundo sin ella, y el mundo tiene sentido a partir de la sola existencia de su amada, hasta el sol en clave de sol y redonda es minúsculo comparado con el brillo y la intensidad de la niña de la tienda. 

Tal vez, lo que más duela hoy, es saber a ciencia cierta que para este chico yo nunca seré la niña de la tienda. Que él no derribará por mi ni uno solo de sus muros ni sus miedos,  no se permitirá nunca seguirme al fin del mundo, ni se atreverá jamás a enfrentar a las personas "normales" con sus espadas afiladas, solo por mi. Me hubiera gustado seguir intentando que el vea la historia conmigo. Tal vez algún día la llegue a ver solo, tal vez algún día le ponga importancia o tal vez no. Nunca se sabe. Lo que sí es seguro es que yo ya no voy a estar ahí. 

Creo que así, con este tipo de tonteras es como empieza a activarse los engranajes de mi lenta máquina del desamor. Donde mi cuerpo decide abandonar las sábanas, las almohadas y los besos. Porque al interrogarme a mi misma y luchar contra mis propias vanidades hay cosas que no me permito. Que culpa tengo yo de tener un músculo rojo que palpita tan fuerte como el del Alfonsito que sufre, llora y se acongoja por cosas tan banales y triviales, que culpa tengo yo de querer ser la inspiración de sus creaciones o el motivo de sus luchas. 
Tal vez, a él le haga falta un músculo que le haga palpitar más fuerte. 





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